Fragmentos
Un vidrio no debe romperse. Lo inmoral, el fracaso, la decadencia, lo incívico.
Un vidrio roto es todo lo malo. Quizás el vidrio solo quiere romperse. Tal vez esa es su naturaleza pero se ve enmarcado y aniquilado bajo la vida reposada de ventana. Sujeto a algo que quizás no quiera ser, atrapado y sometido. Está totalmente inmóvil pero aún así representa un peligro latente: es un vidrio.
Es ligero pero a la vez pesado; es resistente pero también sumamente frágil. El vidrio es muy seguro pero es mortal en la misma medida. Entonces, el vidrio es un confiable traicionero, su cuerpo se divide en mitad víctima y mitad cómplice.
Estas piezas son un recuerdo constante de aquel instante cuando el vidrio se endurece, ya no es amorfo ni maleable y está expuesto a su devenir cortante, cuando se vuelve una capa más entre el paisaje, la vista, y nuestro cuerpo.
Se trata de fragmentos de vidrios fracturados, rotos, con fluido en su interior, los cuales son más cercanos a la vulnerabilidad del cuerpo humano que a una noción estéril, liviana y estable sinónimos del vidrio en los usos cotidianos y arquitectónicos; donde las fachadas han reemplazado el paisaje y ahora el vidrio son las montañas.
-
A glass should not break. The immoral, the failure, the decadence, the incivility.
Broken glass is seen as bad. Maybe, glass just wants to break. Maybe, that is its nature, but it is framed and annihilated under the windowed life. Subject to something that may not want to be, trapped and subdued. It is totally immobile, but still represents a latent danger: it’s glass.
It is light, but at the same time heavy; It is resistant but, also extremely fragile. Glass is safe, but it’s deadly to the same extent. Then, the glass is a reliable traitor, its body is divided into half victim and half accomplice.
These pieces are a constant reminder of that moment when the glass hardens, it’s no longer amorphous or malleable, and it’s exposed to its cutting future when it becomes one more layer between the landscape, the view, and our body.
It’s fragments of broken glass, broken, with fluid inside, which are closer to the vulnerability of the human body than to a sterile, light and stable notion of glass in every day and architectural uses; where the facades have replaced the landscape, and now the glass is the mountains.